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Mis pies descalzos anduvieron por las dunas de una playa de una arena tan blanca y tan fina como el roce de tu piel. Tú mirada, ese sol que calienta e ilumina la mañana. Tú boca calmó mi sed, como los charcos que se forman en la orilla que dan vida al caminante. Estar dentro de tí, la playa más natural y salvaje, que me llevó mar adentro.